24-octubre-2020
Utrera, Sevilla
Me gusta el jazmín sin podar, le salen pelos largos.
Me gusta descubrir que debajo de las postillas ya hay piel nueva, preparada.
Me gusta robar las almendras al chocolate y dejar los huecos.
No es que me guste demasiado el olor a tierra mojada, pero me gusta que sea en domingo.
Espero que las campanas no desaparezcan nunca. Me gusta que suenen allá arriba marcando las horas a los pájaros, por si acaso pierden la noción del tiempo.
Me gusta comer aceitunas cada día. Eso de sacarse huesos de la boca, debe tener algún efecto en el cerebro.
Me gusta mover el café solo con un cuchillo. Es una imagen digna de un presagio importante.
Me gusta la palabra birlibirloque. Por arte de… “Si quiere torear bien (decía Belmonte en ese libro) olvídate que tienes cuerpo” y sin embargo cuando salgo al escenario y camino despacio, de repente aparece un desequilibrio desconocido. ¡Tan difícil es andar! Y en ese silencio, los pies suenan en los pequeños arrastres. Los perfiles del zapato rozan y es la primera vez que te das cuenta. Es esa música callada de la que se habla. Pues ¿Cuántos silencios hay? Los hay que dan paz, otros que cortan, otros que oprimen, otros que incomodan, que condensan el aire, que estiran el tiempo, que dan sed… Silencios redondos, inofensivos, silencios que hacen esquina. Y mientras uno de ellos se produce, una respira y se oye.
El otro día, llovía a mares. Mi perro y yo estábamos en casa y oímos la tormenta. De repente, se me ocurrió abrir las dos ventanas del salón y la puerta que da al patio. Allí en medio, ambos en silencio, presenciamos aquella furia y aquel sonido. Había viento, agua, fuerza, necesidad.
Deberíamos abrir más las ventanas a las tormentas. Son hermosas.
Utrera – Sevilla.
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+34 665 680 058
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